“Hablo por los más pobres entre los pobres”
Aparte de explotar al máximo su talento musical, Bono se ha convertido en un incansable agitador social. Hace seis años, llegó a hacer lobby para que los países más ricos ayuden eficazmente a los más pobres y ahora no duda en entrar a discutir los detalles en el Elíseo o en la Casa Blanca. Dice que su táctica es aburrir a los políticos para que colaboren. El fundador de DATA y coinventor, con Bob Geldof, del Live 8 cuenta sus objetivos para África: paliar los efectos de la miseria, la malaria y el sida y lograr que Occidente permita el comercio justo.
Extracto:
P. Sinead O’Connor criticó duramente el ritual de “Bono se entrevista con políticos y se fotografía con ellos”. Es peligroso “chuparles la polla” a los políticos, dijo.
R. No es la primera vez que Sinead habla de un tema sin comprender su complejidad. Tiene derecho, claro, como todos los artistas. Sé lo que digo, yo mismo lo he hecho con frecuencia. La cuestión es que su tesis está equivocada. Sin nuestro tipo de campaña, sin presionar a los políticos, entablar diálogo con ellos, no habríamos llegado tan lejos, ni mucho menos. Las fotos sólo son un elemento más. Lo fundamental es que el acuerdo de duplicar la ayuda al desarrollo para África, a 50.000 millones de dólares, no ha sido una decisión repentina. Los conciertos de Live 8 y las masas de gente en las calles fueron la faceta espectacular de la agenda, pero no impulsaron por sí solos la decisión. Para llegar a ella hemos tenido que pasar años de tensas negociaciones. Hemos tenido que afrontar constantemente las reservas sobre el aumento de la ayuda al desarrollo, no sólo de los políticos, sino de los ciudadanos. Se sienten escépticos, quieren estar seguros de que el dinero se va a invertir bien. Ven la corrupción, que la situación no mejora a pesar de que se ha invertido ya tanto…
P. Cuesta imaginar que tenga la mínima cosa en común con Bush.
R. Me he reunido varias veces con Bush. Tenemos opiniones completamente distintas sobre muchas cosas. Durante una conversación en el Despacho Oval, en un momento dado, me quejé de que los medicamentos contra el sida que proporcionaba Estados Unidos no llegaban a los enfermos de África con la rapidez suficiente. Le insté a que hiciera algo. Y, glup, a partir de aquel momento la conversación se acaloró un poco. Me fui indignando, no había quien me parase. Hasta que dio un puñetazo en la mesa y gritó: “Demonios, soy el presidente y ésta es la Casa Blanca, ¿puedo decir algo yo?”.